martes, 9 de mayo de 2017

UNA MAÑANA DE PRIMAVERA




El abogado por fin se atrevió a salir de su despacho
situado en el sótano de la vivienda convertido en una 
especie de burbuja-búnker; llevaba allí seis meses 
aislado día y noche estudiando complejísimas fórmulas 
      albergadas en el ácido desoxirribonucleico (ADN).



En esta mañana extrañamente luminosa, subió a la 
última planta con el fin de orientar su antena 
parabólica y dirigirla hacia el satélite Yasthar1A 

para mantenerse comunicado con el mundo exterior 
donde  reina una pandemia de peste bovina que asola la 
        inhóspita región.



Encaramado en su tejado, observa la verde pradera 
irlandesa donde las gordas y brillantes vacas pastan a su 
antojo. Desde su atalaya divisa un horizonte poblado de 
tumbas coronadas con cruces; un cementerio católico 
que le recuerda las familias que acudían a él para 
solventar problemas hereditarios. 



Hoy, sólo los negros 
pájaros revolotean sobre ellas avisando cuán breve es la 
vida y el futuro incierto que nos cobija.


Cosas que pasan...